Por: Hugo Sánchez
ALEGRIA
Emprender la INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA implica una dosis de alegría que nos dispone a un goce inagotable de la sabiduría como estado de la mente, como admiración. En esa alegría inconmensurable que nos da la propedéutica a la HISTORIA DE LA FILOSOFÍA sólo nos queda apelar a la experiencia y a los límites de nuestro conocimiento. En el presente curso estudiaremos a los siguientes historiadores de la filosofía para formarnos en la certeza que es necesaria la historia para hacer una filosofía capaz de vislumbrar la <<continuidad epistemológica>>, la solidaridad entre todos los filósofos: Nicola Abaggnano, Theodor Gomperz, Hermann Diels, Eduard Zeller, William James Durant, Mijaíl A. Dynink, Johannes Hirschberger, Emilé Brehiere, Bertrand Russel, François Châtelet, George Friedrich Wilhelm Hegel, William Keith Chambers Guthrie y Damian Pachón. Ellos nos dan distintas maneras de acceder a la historia de la filosofía para ganar la certeza que algo se sabe. Por fuera de ellos resulta difícil responder otras inquietudes: aquí nos quedamos. Nadie puede abarcarlo todo.
Friedrich Schlegel nos remite permanentemente hacia la diosa Alegría que alienta nuestra busca del saber (1) Por ella entendemos que el saber nunca es un asunto desligado de la “poesía sentimental”: sólo puede hallarse al pensador en la noción del hombre interesante, entendido como aquel que es capaz de captar la belleza en la verdad que conduce al bien. Esta búsqueda del bien pasa las más de las veces por el sin sabor de la tragedia: la poesía sentimental reclama “saberlo” todo.
De muchas y variadas maneras se ha buscado darle muerte a la filosofía sin conseguirlo. En nuestra época se ha pretendido proscribir la enseñanza de la filosofía por parte de los ministerios de educación de la mayoría y variadas nacionalidades. En 2015, el ministro de educación de Japón, Hakubun Shimomura, ofreció una mayor financiación para aquellas universidades que desestimularan la enseñanza de la filosofía y de las humanidades para fortalecer las carreras técnicas y las ingenierías. Ese mismo año en España se crea la LOMCE, ley de la reforma educativa que dejaba a voluntad de cada una de las autonomías españolas el establecer o abolir la enseñanza de la filosofía del pensum. En 2019, el presidente “cristiano” Jair Bolsonaro promueve la reducción de la inversión en la enseñanza de la filosofía para que los impuestos que pagan los ciudadanos recuperen su inversión a través de las carreras tecnológicas que permiten una tasa de retorno más pronta. En Omán y Arabia Saudita no se enseña la filosofía en ninguno de sus niveles educativos sin que por ello se logre el mayor desarrollo y regresen sus impuestos a sus gobernados. Entre el 2014 y el 2016 Gina Parody, ministra de educación de Colombia, impulsa la eliminación de la enseñanza de la filosofía. Consigue que en el llamado Examen de Estado, coordinado por el ICFES, se suplante la prueba de filosofía por una amalgama de pruebas que dio en llamar “pensamiento crítico”, como si después de Kant le cupiera otro destino a la filosofía que no fuera la crítica. Hay un plan premeditado para mostrar la filosofía como un asunto agotado. Pero fue en medio de dicha crítica donde floreció nuestro aprecio por aquellos que nos mostraron la vitalidad de la historia de la filosofía.
NICOLA ABAGGNANO: FILOSOFIA DE LO POSIBLE
Siempre ha sido un motivo de alegría evocar a aquellos historiadores de la filosofía que inician al novel pensador en el conocimiento de la vida y la obra de la larga sucesión de los amantes del saber. El placer se extasía hasta experimentar la pluralidad del pensamiento que se niega a reconocer el pensamiento domesticado, el pensamiento único. Por donde se le mire, cada idea reclama múltiples maneras de definírseles ¡Cada vez hay la certeza de una aventura intelectual que no cesa: en toda historia de la filosofía agota la molesta idea de la incoherencia y contradicción entre los filósofos! Entonces surge aquella evidencia feliz que hay una e insaciable <<continuidad epistemológica>> que nos va permitiendo saber que en el principio de la filosofía ya estaba contenido el fin estructural de la sabiduría. Sólo queda ahondar la comprensión más elevada de los problemas fundamentales de la filosofía al seguir su devenir en el tiempo y en el espacio. Empezaremos este transcurrir con aquel maestro de la disciplina historia de la filosofía, Nicola Abaggnano que consiguió probarnos la necesidad de hacer filosofía desde la historia para no repetirnos. Abaggnano nació en Salerno el quince de julio de 1901 como primogénito de una familia de la burguesía ilustrada. Era muy propio de la clase burguesa unir a su alcurnia los méritos de una vida educada e ilustrada, hacerse a las libertades que traía para sus hijos el recurso a una cultura racional, lejana a las imposiciones de las guerras religiosas en que perecían católicos y protestantes desde el siglo diecisiete. Las filosofías impulsadas por Holbach, Diderot, D´Alambert, Helvetius les permitía su liberación ideológica de los abusos de las Iglesias. Italia había sido testigo de excepción del juicio y muerte de hoguera que le impuso la inquisición a Giordano Bruno. Abaggnano hará de la filosofía ilustrada un modo de vivir irremplazable para conseguir aquel espíritu sereno que mantuvo en todas las disputas filosóficas de su tiempo ¿Qué ocurrió en la mente de aquel joven que lo decidió de una vez y para siempre por las exigencias racionales de la filosofía denominada Nueva Ilustración? Norberto Bobbio asegura que Abaggnano trajo un aíre fresco a la filosofía italiana al resistir las imposiciones vacías del hegelianismo fementido de Benedetto Croce y de Giovani Gentile
¿Renovaron Gentile y Croce el idealismo italiano con su lectura de Hegel? Ambos pensadores tuvieron una importancia inagotable en la Italia de los primeros cincuenta años del siglo veinte. Giovani Gentile fue el octavo hijo de dieciséis hermanos nacido el veintinueve de mayo de 1875 en Castelvetrano. Gentile fue ante todo aquel que le dio el sustento filosófico al gobierno fascista triunfante en Italia a partir de 1922. Al definir el Estado como la entidad política que acerca los valores infinitos en la finitud temporal de su misión, hizo que su gobierno pudiera ser idealizado por sus adherentes. Como ministro de educación mantuvo el discurso que entre el maestro y el alumno se vive el espíritu absoluto en el aula. Gentile hace eterno el idealismo al asegurar que logra a la vez la identidad entre lo finito y lo infinito. Mediante su metáfora asegura que el fuego se mantiene ardiendo porque quema el combustible, pero que el combustible debe alentar el fuego volviendo a arder: no sólo hay negación de la negación de la negación al destruir el combustible, sino que hay afirmación de la afirmación al lanzarle nuevo combustible al fuego para que arda. Así lo citó Abaggnano en el tercer tomo de su historia de la filosofía al describir el idealismo italiano. Aunque Gentile no origina su pensamiento en el partido fascista, sí será él quien le dará relumbre a su gobierno. Gentile, no obstante, será uno de los filósofos que recuperará a Hegel como sustento ideológico del fascismo. La tragedia de los filósofos en su trato con el fascismo no sólo alcanza a Heidegger, sino de manera más cruenta a Gentile: éste será asesinado en 1944 por el Gruppi di Azione Patriótica que se siente traicionado por Gentile al permanecer con las tropas alemanas en el centro de Italia como signo de lealtad con el gobierno que le permitió elevarse a ministro de educación del régimen; se muestra fiel aún después que las tropas aliadas habían conseguido vencer la resistencia del ejército de Mussolini. Aún hoy se mantiene su recuerdo como filósofo ejemplar a través de la Fundación Giovani Gentile. En verdad, Gentile era un pensador singular, pero sin conseguir convertirse en un buen hegeliano: su afán de reforma de la dialéctica hegeliana hizo que le negara ese núcleo revolucionario que siempre reconocieron Marx y Engels a la lógica de Hegel ¡La lucha de los contrarios acarrea la emergencia de los caracteres trágicos: el avance del espíritu implica la destrucción del pasado! Gentile, en verdad, fue ese carácter trágico irremediablemente destruible a pesar de la brillantez de su pensamiento. Hegel no era el interiori homine, la sabiduría del corazón: el sentimiento según él es indefinible, inefable e ineliminable – que quiso fabricar de buena fe Gentile- sino el inter homines, la interacción colectiva de todos los hombres para conseguir su propósito. Esta extraña costumbre del accionar sobre Hegel ha terminado por irse contra ellos: desligar a Hegel de la lógica y de la naturaleza era olvidar aquella verdad de la identidad hegeliana ¡El órgano con que se orina, es el órgano supremo de la creación! A pesar de su malestar de Gentile con el pensar trascendental y objetivo, hay en el idealismo de Hegel una afirmación positiva de la materia dentro de la fenomenología del espíritu: la lógica de Hegel prueba que la finitud del materialismo está en clara concordancia con la idea absoluta. El proceso del espíritu no es solo “autoctosis” sino ante todo “heterotocsis”: el verbo se ha hecho carne. Dios se ha mundanizado para agrupar al hombre y a la mujer en la familia y a ésta en el pueblo para que el Estado cumpla su fin ¡Ampliar el espacio de la libertad! Pero si el destino de Gentile es trágico, el proceso de Croce se muestra exitoso. Benedetto Croce había nacido en Pescasseroli en 1866 y moriría en Nápoles en 1952. Nunca precisó trabajar para obtener su sustento: su patrimonio le permitió llevar una vida de holgura sin tener que alquilarse para exponer su ideario. Croce es antes que nada un esteta que sobrepujó la primacía de la sensibilidad sobre la razón pura. El acto que abre la historia es la poesía que se muestra como intuición individual sobre la comprensión abstracta e impersonal de lo universal. Como opositor de la certeza que da la razón le niega todo valor vital y plástico a la matemática y a la mecánica ¡La historia espiritual de Croce le resiste a todo intento de comprensión mecánica de la historia: una historia cuántica, capaz de establecer el campo gravitacional e inflacionario de la historia, probando con uso de la estadística, los algoritmos que se repiten o transforman la historia, es inconcebible para aquel que reduce la física a una mera ilusión del espíritu, que muestra la mecánica como lo dado, lo acabado, lo determinado, y no como aquella fuerza que se mueve más rápido que el espíritu para transmutar los privilegios de clase en ganancias para la causa de la igualdad, la libertad y la fraternidad entre los seres humanos! La masa humana es tan sólo un efecto mecánico incapaz de elevarse a conquistar la teleología de la historia de la liberación social, económica y política de los grupos que sufren su postración. Croce fue el cómplice de la aventura intelectual de Gentile. Junto a él escribe y edita su revista Critica en la que ponen en común su malestar con Marx y la democracia. Croce reduce el marxismo a una comprensión económica de la historia. Para él, la economía estaba subordinada a la ética y ésta al espíritu absoluto que es la historia absoluta ¡La vida y la realidad son tan sólo producciones históricas: el momento pasado no existe porque sólo es cuando la historia lo recuerda, lo actualiza, ¡el futuro es historia porque sólo lo será en virtud de la historia que se teje! La economía no es concebible como producción de producción porque sólo el espíritu tiene capacidad de producción. La economía no es lógica porque no es concepto, es tan sólo pseudo concepto, por ello ella no determina la historia porque sólo es práctica, pura y simple condición del particular que busca su supervivencia. Croce – como Gentile- se acerca al fascismo para retirarse tempranamente por sus desavenencias con el gobierno titular que no evitó el asesinato de Giacomo Matteotti. Al Manifiesto de los Intelectuales Fascista publicado por Gentile opone su publicitado Manifiesto de Intelectuales Antifascistas. Croce acude pues al fascismo del antifascismo refugiándose en su hirsuto liberalismo que todo lo contempla con interés, pero a la vez sin importarle nada porque su liberalismo justifica el bien y el mal, lo bello y lo feo, lo revolucionario y lo reaccionario con pasmosa indiferencia. Croce ha entrado en las antinomias del liberalismo: si todo es histórico, nada puede oponer una resistencia moral a lo que es en función de lo que debería ser. Un liberalismo así no es inmoral: sólo amoral. Croce ha desnudado – como Diógenes- su cinismo para negar todo valor moral a los crímenes de la historia. Abrevando en Nicolo Machiaveli, ha terminado por desvirtuarlo como desnaturalizó a Hegel: olvida que la obra de Maquiavelo sólo apunta a confirmar la liberación nacional de Italia. Croce en cambio lo muestra como aquel racionalista que descubre la autonomía de la política de la esfera moral ¿Hay tal en Maquiavelo? Todos aquellos que han reprochado a Maquiavelo su amoralidad política sólo lo hacen porque han sido excluidos de los círculos selectos del poder. El príncipe exiliado de regreso triunfal pierde a sus detractores con aquella violencia que le infligieron a él y a los suyos. Esta manera de pensar es tan característica de la familia paterna de Croce: al morir sus padres y su hermana en el terrible terremoto de Casamicciola, Benedetto pasa a manos de su tío Silvio Spaventa que – junto a su hermano Bertrando- habían empezado la unción de Hegel como apóstol de la violenta DESTRA [DERECHA] italiana que no vacila en masacrar colectivamente la protesta popular.
Nicola Abaggnano verá obstruida su llegada a la carrera universitaria debido a la marcada influencia de Gentile y Croce con su derechización de Hegel. Abaggnano resiste aquel idealismo resumido y se decide a librar la guerra “existencial” más valiente contra el predominio de Croce y Gentile en la universidad italiana. A pesar de haber ganado en 1934 el concurso para profesor de Historia de la filosofía en el Istituto Superiore di Magistero de Turín, fue cancelado dolosamente por Ministro de Educación Nacional Cesare Maria De Vecchi, Conde de Valcismon. ¿Por qué? Por su oposición al idealismo de Croce. Y obviamente al de Gentile. Convocado de nuevo el concurso al año siguiente, gana su derecho a ejercer la catedra de filosofía teórica. Inevitablemente lo convocan a la Facultad de Docencia de la Universidad de Turín, regentando su magisterio durante tres años. Es el inicio de una serie de largos éxitos que venían a premiar su superioridad intelectual. Abaggnano ejercerá su magisterio en centros de enseñanza como el Liceo Umberto I di Napoli, l´ Instituto di Magisterio Suor Orsola Benincasa, la Universitá di Torino. Entre sus asistentes más conspicuos cabe destacar a Pietro Chiodi, Pietro Rossi y Carlo Augusto Viano. Entre sus alumnos más destacados en esta época están Giovanni Cairola, Giuseppe Cambiano, Umberto Eco, Franco Ferrarotti, Massimo Mori, Fernando Pivano todos ellos con consecuencias para la filosofía. Abaggnano además despliega un enorme ejercicio periodístico en Quaderni Sociologia la revista que contribuye a fundar y a sostener con su valía intelectual para sacar la sociología italiana de la postración en que se encontraba al finalizar la segunda guerra mundial, escribe copiosamente la tercera página de La Stampa, mantiene activo su ejercicio en Il Giornale di Montanelli con el propósito de allegar los asuntos cotidianos de la filosofía a un público cada más amplio, en sus comienzos participa como secretario en la revista Logos fundada y dirigida por su maestro Antonio Aliotta, y además es coeditor junto a Norberto Bobbio de la Rivista di Filosofia a partir de 1945. Por invitación del gobierno estadounidense en 1955, Abaggnano fue a los Estados Unidos para el Premio a Líderes y a Especialistas. Imparte conferencias en los departamentos de Filosofía de las Universidades de Luisiana, Texas, California, California del Sur, Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York, Carolina, Utah, Colorado, Illinois y Missouri. Aprovecha el momento para conocer de cerca a los pensadores del país y l filósofo Rudolph Carnap, que en ese momento enseñaba en Los Ángeles (2)
Aún en la URSS – reconociendo su carácter idealista de su existencialismo- lo reconocen como historiador objetivo de la filosofía (3)
Su delicada vida afectiva le permitió tener tres matrimonios que hicieron su vida feliz, a pesar que hubo un momento de suma infelicidad a la muerte de su segunda esposa en el verano de 1970: Rosa del Re, Mariane y Gigliola fueron sus esposas (4) Nicola Abaggnano muestra en todo su afectividad amorosa y su claridad intelectual. Con sus esposas mantiene su decoro sentimental y su delicadeza filosófica: en todo momento mantuvo un fuerte intercambio de sus investigaciones. Aquello hizo tan dolorosa la defunción de Mariane, su esposa estadounidense que había creado la réplica de su revista de filosofía en su país. Nicola Abaggnano es aquel historiador que una mañana trajeron a la biblioteca de Itagüí su magnífica Historia de la Filosofía en tres tomos y que desde entonces no ha dejado de inquietarnos para seguir estudiando esa manera curiosa de pensar que es la filosofía.
Entre las pocas críticas que mantengo frente a esta Historia es su obstinación en negar lo que Abaggnano llama el “supuesto origen oriental de la filosofía” para atribuírselo única y exclusivamente a la cultura griega. Él mantuvo la idea desconsiderada que el pensar oriental es un mero recurso al misticismo y a las liturgias religiosas, mientras que los griegos eran el ejercicio mismo de la racionalidad poco influida por sus dioses (5) La verdad resulta completamente discutible: hay tanta racionalidad en Egipto, en Asiria, en India, en China como tanto misticismo entre aqueos, eolios, dorios, jonios, arcadios. Ese occidentalismo es una manera recortada de considerar el origen de la filosofía en toda sociedad: todos los hombres son filósofos (6) Pero resaltamos de Abaggnano su honradez para valorar cada tendencia filosófica por adversa que fuera a su parecer. Aún su crítica tan severa a Schopenhauer, me parece valida en virtud de la coherencia que se ha exigido a todo filósofo entre su pensar y su modo de vivirlo. Reconociendo la objetividad de Abaggnano para seguir las secuencias de la historia de la filosofía italiana, no he podido comprender porque le negó todo espacio a Antonio Gramsci en su historia de la filosofía del siglo XX.
Gramsci fue detenido, sometido a larga prisión, y finalmente muere, el 27 de abril de 1937, cuando apenas contaba 46 años, por las condiciones precarias de su salud y los malos tratos en prisión. Extraño que Abaggnano que se ufanaba de su amistad con Norberto Bobbio, no mostrara un mínimo interés por la vida y obra del filósofo y sociólogo Antonio Gramsci. También es extraño que no hubiera dedicado un mínimo espacio a exponer la filosofía latinoamericana después que hubiera expuesto el pragmatismo de los EE.UU. ¿No pudo encontrar aquí en América Latina algo tan valioso filosóficamente como lo encontró en Norte América? Abaggnano faltó a la lealtad con su esfuerzo al no dedicar un estudio básico de la filosofía de Nuestra América: la que se ubicaba del Río Grande hacia el sur. Nosotros reconocemos nuestra deuda con la filosofía italiana ¿Por qué un hombre tan meritorio como Abaggnano no se interesó por esta filosofía que buscaba esa coherencia existencial de Abaggnano? Nosotros queríamos pensarnos desde la posibilidad para asumir un pensar inauténtico y en falta para dar el salto a un saber pleno y realizado. En todo caso, éste curso exige la lectura de la HISTORIA DE LA FILOSOFÍA de Abaggnano como ejemplo de lo que implica un saber coherente: aún es posible.