Por: Juan Sebastían Sánchez

Cuando rememoramos la palabra biblioteca de inmediato pensamos en la biblioteca de Alejandría. Recordemos que no fue la primera de su tipo, sino que hace parte de un largo compendio de bibliotecas a través de la historia de la humanidad.

Se tiene registro de documentos en la ciudad – estado sumeria de Uruk en el año 3.400 a. C. Cuando la escritura apenas empezaba a desarrollarse. Siguiendo este proceso de acumulación de archivos de los habitantes de Uruk, asimismo la antigua civilizaciones asiria e hitita lograron acumular documentos en distintos idiomas. Desde el comienzo de la escritura ha existido en el hombre una necesidad de preservación de la memoria. Basta recordar el arte rupestre de las cuevas de Altamira, Lacaux o el Chiribiquete (considerado como la capilla Sixtina de la amazonia y ocupa un lugar infame en la lista de lugares olvidados por parte del gobierno colombiano.). Estos lugares son una muestra de ese afán del hombre por ser recordado a través de un símbolo: una pintura, un texto, o simplemente un opulento monumento como una pirámide.

  Otra biblioteca importante fue la construida en Nínive hacia el año 772 a. C. igual que en Alejandría, esta biblioteca almacenó los inicios de la escritura cuneiforme hecha en tablillas de arcilla. Llegó a guardar más de veintidós mil tablillas cuyo contenido era diverso: gramática, diccionarios, listas oficiales de ciudades, tratados de matemática y astronomía, religión, arte, historia y literatura. Es en este lugar donde se descubre: Poema de Gilgamesh considerada la obra narrativa más antigua de la humanidad. 

     La escritura ha evolucionado de los símbolos pictográficos a los símbolos que utilizamos hoy. También ha cambiado el depositario de estos símbolos: primero fue la roca, luego la tablilla, el papiro, el cuero y el papel. Cada símbolo y cada depositario del mensaje tejieron la memoria histórica de la humanidad.  Así podemos leer la Biblia o el Corán. Las mil y una  noches, la Odisea y la Ilíada, la Comedia y otros clásicos que forman parte de la memoria literaria.

  Durante años de acumulación de información la humanidad ha descubierto la fragilidad con que se puede eliminar o cambiar la historia. En la novela distópica de George Orwell 1984, el autor devela una sociedad gobernada por un sistema totalitarista que modifica y elimina la información de acuerdo a la conveniencia del gobierno Un ejemplo de modificación de la historia a través de la sustracción de documento fue el concilio de Nicea convocado por el emperador Constantino I en 313 d. C. donde se estableció un canon de libros sagrados en la Biblia lo que implicó suprimir otros documentos; estos manuscritos suprimidos son los libros apócrifos.

     La biblioteca de Asurbanipal situada en la ciudad de Nínive, fue incendiada y perecieron escritos como el mito de Adapa, o el pobre hombre de Nipur. Podemos registrar que el Poema de Gilgamesh no pereció del todo, algunas partes se conservan.

  En épocas modernas también estos recintos del conocimiento han sufrido. La biblioteca de Perú fue destruida en tres ocasiones: la primera en la guerra de independencia en 1824, en 1881 es saqueada e incinerada por el ejército chileno, y en 1943 es consumida gran parte por las llamas en un incendio del cual no se tiene certeza de su origen. La memoria es frágil, y sin embargo hemos seguido en la constante vanidad de no solo en el acto biológico de reproducción sino en la pervivencia de lo que somos por medio del acto creativo: poesía, música, pintura, teatro, filosofía, religión y ciencia. Estas manifestaciones de pensamiento son en síntesis la búsqueda del hombre por hallarse a sí mismo, y también es un modo de pervivencia propia.

     La nueva biblioteca de Alejandría es la internet. Esta plataforma almacena toda la información de la humanidad en distintas ramas del saber. Hasta hoy se ha calculado que por cada segundo se envían 7.616 trinos, se suben 782 fotos a Instagram, se transfieren 45.000 GB de información y se visualizan casi 70.000 videos de YouTube. Esta plataforma a igual que las grandes bibliotecas de la humanidad representa acumulación de in formación en gran cantidad. El concepto propio de la red genera incertidumbre. Basta con preguntarse ¿qué es la internet? Y descubrimos que la respuesta no es fácil. No podemos pensar que la internet es sólo buscadores en los cuales se navegan. O cableado de fibra óptica transnacionales. Internet parece camuflarse en una idea amorfa, que solo se limita a la introducción de datos que mutan a un lenguaje binario, y es almacenada en un lugar que no sabemos dónde está, cómo es, y qué se hace con la información. Nunca en la historia del hombre habíamos tenido esta cantidad de conocimiento almacenada en un sitio. Aun así no conseguimos ser mejores como especie; como en Alejandría, no tenemos la inteligencia para dar un buen uso del conocimiento.

     El ser humano no es eterno, llegaremos a la extinción de la especie, pero a diferencia de otras criaturas, tendemos a rechazar la idea de olvido. Necesitamos un símbolo para dar huella sobre nuestra existencia. Un ejemplo es la religión, símbolo que disfrazamos de búsqueda espiritual con la esperanza de vida eterna, o resurrección de la carne; esa persistencia humana a la negación de la muerte.

     En días donde la humanidad entró en pánico colectivo pienso en dios, pero no como lo hace un judío, un anglicano o un católico, (hace años soy ateo) sino en el destino de esta figura mística cuando la especie humana desaparezca. Pienso, los libros van a desaparecer con el hombre, también con este: las ciudades, los monumentos, el sistema político, económico y religioso.

     La historia de la humanidad está y estará almacenada en la biblioteca binaria. Donde el hombre persistirá en su afán de perpetuidad, y quizás esa idea de vida eterna no sea mas que ser imaginados por los circuitos de una inteligencia artificial, como dios que reposa en el hemisferio derecho del cerebro.

Artículo anteriorTodas las Vidas
Artículo siguientePoesía escrita en Itagüí: Chelsy Alejandra Mesa